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Cumple tu ministerio.
Beraja bendición
2 Timoteo 4:5
Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio.
Shalom
Evangelista no vidente Héctor L Vázquez director de esta página.
No hay duda alguna que Pablo antes llamado Saulo fue un perseguidor de los cristianos antes de recibir su experiencia testimonial camino a damasco. Muy bien que se le profetizo que por ello tendría que padecer. Mi querido hermano llámese como usted se quiera llamar dentro del ministerio llámese el que sea de los 5 ministerios. El quilate que en oro pago Pablo por ser un apóstol fue de tal valor que en medio de la persecución pudo resistir, pagar un precio muy alto por su vocación. Qué fácil es hoy llamarse pastor, evangelista, maestro, profetas y apóstoles sin embargo lo que no es fácil es hallar a alguien hoy día que pueda testimoniar haber pasado por lo mismo que paso el apóstol pablo en su ministerio. Asegúrese que su vida este saturada de una vida de oración en el Espíritu como relata el propio pablo en Romanos 8:26 Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Además de que le acompañe en su llamado las señales y prodigios que de manera sobrenatural acompañaba a los profetas y apóstoles de los tiempos del antiguo y nuevo testamento, de otra manera será como dice Pablo como dice en 1 Corintios 13:1 Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Ya que en los tiempos que estamos viviendo nos debe caracterizar aquellas señales que acompañaban a los siervos de aquel tiempo. No te preocupes tanto por los títulos ya que ellos si no están acompañados de lo antes dicho no tienen relevancia.
2 Corintios 11:24-28
(24) De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno.
(25) Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar;
(26) en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos;
(27) en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez;
(28) y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias.
Hechos 16:11-40
Encarcelados en Filipos
(11) Zarpando, pues, de Troas, vinimos con rumbo directo a Samotracia, y el día siguiente a Neápolis;
(12) y de allí a Filipos, que es la primera ciudad de la provincia de Macedonia, y una colonia; y estuvimos en aquella ciudad algunos días.
(13) Y un día de reposo* salimos fuera de la puerta, junto al río, donde solía hacerse la oración; y sentándonos, hablamos a las mujeres que se habían reunido.
(14) Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía.
(15) Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos.
(16) Aconteció que mientras íbamos a la oración, nos salió al encuentro una muchacha que tenía espíritu de adivinación, la cual daba gran ganancia a sus amos, adivinando.
(17) Esta, siguiendo a Pablo y a nosotros, daba voces, diciendo: Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación.
(18) Y esto lo hacía por muchos días; mas desagradando a Pablo, éste se volvió y dijo al espíritu: Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella. Y salió en aquella misma hora.
(19) Pero viendo sus amos que había salido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y los trajeron al foro, ante las autoridades;
(20) y presentándolos a los magistrados, dijeron: Estos hombres, siendo judíos, alborotan nuestra ciudad,
(21) y enseñan costumbres que no nos es lícito recibir ni hacer, pues somos romanos.
(22) Y se agolpó el pueblo contra ellos; y los magistrados, rasgándoles las ropas, ordenaron azotarles con varas.
(23) Después de haberles azotado mucho, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los guardase con seguridad.
(24) El cual, recibido este mandato, los metió en el calabozo de más adentro, y les aseguró los pies en el cepo.
(25) Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían.
(26) Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron.
(27) Despertando el carcelero, y viendo abiertas las puertas de la cárcel, sacó la espada y se iba a matar, pensando que los presos habían huido.
(28) Mas Pablo clamó a gran voz, diciendo: No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí.
(29) El entonces, pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando, se postró a los pies de Pablo y de Silas;
(30) y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?
(31) Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.
(32) Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa.
(33) Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos.
(34) Y llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios.
(35) Cuando fue de día, los magistrados enviaron alguaciles a decir: Suelta a aquellos hombres.
(36) Y el carcelero hizo saber estas palabras a Pablo: Los magistrados han mandado a decir que se os suelte; así que ahora salid, y marchaos en paz.
(37) Pero Pablo les dijo: Después de azotarnos públicamente sin sentencia judicial, siendo ciudadanos romanos, nos echaron en la cárcel, ¿y ahora nos echan encubiertamente? No, por cierto, sino vengan ellos mismos a sacarnos.
(38) Y los alguaciles hicieron saber estas palabras a los magistrados, los cuales tuvieron miedo al oír que eran romanos.
(39) Y viniendo, les rogaron; y sacándolos, les pidieron que salieran de la ciudad.
(40) Entonces, saliendo de la cárcel, entraron en casa de Lidia, y habiendo visto a los hermanos, los consolaron, y se fueron.
In Album: Evang Hector L Vazquez's Timeline Photos
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