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Evang Hector L Vazquez
on August 19, 2022
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Analicemos el documento sagrado.
Bezaleel y Aholiab y el trabajo del tabernáculo.
Éxodo 31:1-11
(1) Habló el Eterno a Moisés, diciendo:
(2) Mira, yo he llamado por nombre a Bezaleel hijo de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Judá;
(3) y lo he llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría y en inteligencia, en ciencia y en todo arte,
(4) para inventar diseños, para trabajar en oro, en plata y en bronce,
(5) y en artificio de piedras para engastarlas, y en artificio de madera; para trabajar en toda clase de labor.
(6) Y he aquí que yo he puesto con él a Aholiab hijo de Ahisamac, de la tribu de Dan; y he puesto sabiduría en el ánimo de todo sabio de corazón, para que hagan todo lo que te he mandado;
(7) el tabernáculo de reunión, el arca del testimonio, el propiciatorio que está sobre ella, y todos los utensilios del tabernáculo,
(8) la mesa y sus utensilios, el candelero limpio y todos sus utensilios, el altar del incienso,
(9) el altar del holocausto y todos sus utensilios, la fuente y su base,
(10) los vestidos del servicio, las vestiduras santas para Aarón el sacerdote, las vestiduras de sus hijos para que ejerzan el sacerdocio,
(11) el aceite de la unción, y el incienso aromático para el santuario; harán conforme a todo lo que te he mandado.
No sería fácil hallar en el pueblo israelita obreros capacitados para la ejecución de aquel vasto plan de obras tan suntuosas, aunque es de suponer que hubiera algunos preparados en arquitectura y orfebrería que hubieran tomado parte en la construcción de Ramesés y Pitón, de que nos habla el texto sagrado. Pero hay que tener en cuenta que el legislador, al presentar tan maravillosos planos a realizar, piensa en el origen divino de ellos. En su mentalidad teocrática, Dios señala los detalles más nimios decorativos del santuario, porque tiene especialísima santidad para su pueblo, y, por otra parte, convenía recalcar el origen divino del santuario en todas sus partes para que las generaciones futuras sintieran gran reverencia por él. Así como los planes del santuario vienen de Dios, así los artífices del mismo han sido especialmente preparados por el mismo Dios, que les infundió espíritu de entendimiento, de sabiduría y de ciencia para que fueran habilísimos en la ejecución de sus delicadas obras. Sólo una sabiduría divinamente infundida le parecía al hagiógrafo capaz de hacer obras tan primorosas e imprimirles el carácter sagrado que les mereciese el respeto del pueblo. Esta idea debe ser la que primordialmente se propone inculcar el autor al ponderar la grandeza de una obra tan santa como era la morada de Dios. Aun así, esa morada, igual que la del templo de Jerusalén, sería obra de hombres, en lo cual se fija el Apóstol Pablo al decir a los atenienses que Dios habita en los templos fabricados por los hombres. Salomón ya lo había dicho en la oración consagratoria del templo, maravillándose de que Dios se dignara morar en una casa de fabricación humana.
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