En tu Alma interna, prometiste a Dios que enriquecerías Su Universo, si te permitía el uso de Su Vida, y Dios, siendo Amor, accedió a tu solicitud y te dio (y te sigue dando) todo el Amor que requerías, con tan sólo un consejo o condición: Que Su Vida y energía debe emanar de ti, calificada armoniosamente para bendecir y enriquecer a Su gente, a Su Universo y a todas sus partes.
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